¿Qué es La mirada
encendida? Es la primera obra literaria del ya reconocido
escritor mexicano Bernardo Esquinca (Guadalajara, 1972) y es, también, el primer libro que leo de
él, a pesar de conocer su reputación de autor fantástico y de terror (uno de
los veintiúnicos que tiene el país). El librito (apenas tiene 94 páginas y está
compuesto por minificciones) está editado por el Fondo Editorial Tierra
Adentro. La publicación es de 1993; veinte años desde su
publicación no es poca cosa. Sin embargo, a la manera de Galileo, algo se
mueve dentro de esta bestia…
Y se mueve mucho. Las minificciones que conforman La mirada encendida se pasean entre los
territorios del propio género (relatos un poco irreverentes y
con toques fantásticos), hasta llegar a rozar la narración mitológica y
paradisíaca. Si lo comparamos con algún otro libro de minificción encontraremos
similitudes con Paraíplos de Ricardo
SEl Rehilete de Armando Gutiérrez Méndez (Fictica), ambos publicados posteriormente. Lo que quiero decir con esto es que La
mirada encendida sigue siendo tan vigente como los cuentos que se publican
en la actualidad. Este libro de Bernardo Esquinca podría estar publicado en
Ficticia sin ningún problema; es más, se podría haber publicado ayer mismo. Aquí el
paso del tiempo se detiene, no hay coyuntura sociopolítica, no hay sexenios ni
violencia ni narcotráfico ni salinismo... ad
infinitum. Lo que sí hay es sinceridad, y eso se agradece muchísimo cuando
se habla de literatura.
igala (Ediciones Arlequín), o tal vez con
La pequeña obra de Esquinca está conformada por dos
cuentarios, uno es “La mirada encendida” y el otro se llama
“Historias de la calle alucinada”. En el primero hay más historias de amor y de
deseo que en el segundo, pues este último sitúa las narraciones en "la calle", en lo
que sucede en ese territorio que a veces nos puede parecer tan ajeno, aunque
sea de todos. Quisiera hacer una acotación: alguna vez escuché o leí que, para
la mayoría, un cuento es un primer paso hacia la novela; pero, en realidad, este género se
asemeja más a la poesía. La afirmación, que no es mía, no puede quedar mejor que en los relatos de La mirada
encendida. Aquí hay prosa, es cierto, pero es tan poética que a veces se
nos olvida que estamos leyendo un cuento. Las historias corren entre
nuestros dedos como mercurio místico. Aparentemente se ha ido, pero una parte de la piel ha quedado contaminada por su contacto corrosivo, por las palabras atrapadas entre el place y la profunda tristeza. Leer La mirada encendida es como fumarse
un poco de marihuana poética, como drogarse con algo de poesía maldita
posmoderna (whatever it means). Si La mirada encendida fuera
una bebida, sería una mezcla de Absinth con Coca-Cola. Extraña pero pegadora.
Cito: "Claudia, Claudia", Escuchas que
alguien dice. Una voz pegada a tus oídos. Pero tú no eres Claudia y tiemblas al
escuchar esa terca voz que te llama con otro nombre. Por encima de las casas se
asoman las torres de un templo, la silueta de una ciudad pensada por la
madrugada. Los pasos detrás de ti están cada vez más cerca”. Segundo párrafo
perteneciente al relato “Pasos en la madrugada”. Lector, si esto no es poesía
narrada, entonces dispáreme en la cabeza con toda la mala leche de la que sea
capaz, no me haga caso, deje de leer esta reseña y nunca, nunca, busque a
Bernardo Esquinca, y mucho menos a este bello cuentario que de tan mítico, casi parece desaparecer de la faz de la memoria literaria.